Sunday, December 13, 2009

Muchacho, muchacho malo

“Por qué se vive cuando se pasa de los sesenta…yo no lo sé…tendría que llegar allá”, así decía una canción de Noel Nicola que me gustó cuando estaba yo muy lejos de los sesenta. Ahora que ya los pasé comienzo a sentir “por qué se vive cuando se pasa de los sesenta”: se tiene una visión más amplia de la vida. Es como si le hubiesen puesto un “wide angle” a la visión. En estos tiempos de crisis y confusión ese “wide angle” ayuda.

Como es natural, toda la atención mediática se centra en estos días en las barbaridades que hizo el senador Jorge de Castro Font cuando fue el máximo poder en el Senado como presidente de la Comisión de Reglas y Calendarios y el presidente en funciones, Kenneth McClintock, era una figura débil que le dejaba hacer y deshacer. Jorge, quien en un momento dado fue el más joven representante en nuestra legislatura, conocía al dedillo como controlar el flujo de legislación en un lugar donde el procedimiento parlamentario se lo pasan por donde no les da el sol. Tan así era su poder que pudo bloquear los intentos del poderoso Pedro Rosselló de adueñarse de la silla presidencial a la que estaba agarrado McClintock.

Poseído por el enemigo número uno de todo aquel que ostenta algún tipo de poder, el Ego, Jorge se creyó intocable e hizo alarde de su poder cometiendo deslices que ahora lo pueden meter en la cárcel por el resto de sus días. Cuando digo “deslices” no trato de minimizar sus supuestas fechorías, es que cuando Juan del Pueblo es el que delinque se le llaman criminales a sus actos, pero cuando es uno de las elites del poder se utilizan eufemismos como “malversación”, “fallas administrativas”, y si la cosa es muy evidente entonces son “actos de corrupción”.

Le toca a un jurado o a un juez determinar si de Castro Font cometió los actos por los que se le acusan pero a nosotros nos toca salirnos del circo mediático para ir mucho más profundo. Tal y como sucedió en el juicio de Aníbal Acevedo Vilá, aquí lo que está juzgándose una vez más es un sistema político corrupto donde el que juegue limpio no tiene la más remota posibilidad de prevalecer. Los políticos se venden como productos y para ello contratan agencias de publicidad que cobran cantidades astronómicas que el político tiene que conseguir a como dé lugar, legal, ilegalmente o en un punto medio donde se es y no se es alegando no haber dado las órdenes directamente. Entre tiempo se coge a un chivo expiatorio sobre el cual cae todo el peso de la ley para “legalizar” el sistema pero no se cambia el caldo de cultivo donde la corrupción se desarrolla.

Ahora que los cargos contra de Castro Font pasaron del foro federal al local la cosa cambia. En el foro federal si Jorge cantaba, como aparentemente cantó y espero que pronto veamos los resultados de su aria, esto le favorecía y se aliviaba el castigo dependiendo del peso de los aludidos en el canto. En el foro local, donde la retahíla de cargos es inmensa, al gobierno que le acusa no le interesa que Jorge cante pues algunos de los presuntos implicados podría ser que actualmente estén muy cerca del actual gobernador. O sea, que ahora, mientras más cante más se le puede castigar. Esas son las ironías de la política.

En el caso de Aníbal al igual que en el de Jorge de Castro Font el foco es el político pero el andamiaje económico detrás no se toca. Los empresarios que aceptaron dar pagos se convierten en víctimas, en seres ingenuos que el malvado político manipuló, amedrentó y extorcionó. Pero no hay sobornador sin un sobornable. Los que comieron en los mejores restaurantes con el político corrupto, los que pasaron sin inmutarse por los pasillos del Capitolio, La Casa de las Leyes, y se burlaron de la Constitución que yace como un adorno en la rotonda, no deben quedar impunes. Ni los senadores son honorables ni los sobornables son empresarios inocentes que cayeron en las garras del político malvado. Todos, en última instancia, son iguales y merecen pagar de igual forma. Ya, “cuando se pasa de los sesenta” ni uno se chupa el dedo ni tiene que rendirle pleitesías a los que no se la merecen. Que pague el que delinque, pero que paguen TODOS.

6 comments:

  1. Exactas y precisas tus expresiones, Silverio. Has plasmado aquí la triste y agobiante realidad de nuestro sistema político. Con gran orgullo y satisfacción repito junto a ti: "Ya, cuando uno pasa de los sesenta ni uno se chupa el dedo ni tiene que rendirle pleitesías a los que no se la merecen."
    ¡¡¡¡ BRAVO !!!!!

    ReplyDelete
  2. ¿Y si el sistema está corrupto de la A a la Z, quién se encarga de que paguen todos? Porque ese es el problema, que todos son corruptos, que todos los techos son de cristal delicado y quebradizo. ¿Qué nos queda por hacer? ¿A quién le vamos a exigir que haga justicia? ¿Quién la va a hacer? ¿Tenemos que ir corriendo a donde el custodio de nuestra autonomía a que nos venga a limpiar el cagadero?
    Eso es bien, pero que bien triste. Sin autogestión guenuina, y un movimiento de abajo hacia arriba, bien organizado y solidario, no va a cambiar nada y nadie pagará nada. Si no lo exigimos todos en conjunto y a una sola voz, no pasará nada.

    ReplyDelete
  3. Muy cierto! Muchas veces, la otra parte del tango no paga y simplemente lo sigue haciendo.
    Macondo al fin...

    ReplyDelete
  4. Bea, totalmente de acuerdo. Iris, Gracias. Yerno, q ver cuando nos llega "The last tango in Paris".

    ReplyDelete
  5. Aqui la otra parte del tango no va a pagar porque son muy eficientes en parar el "domino effect" que tienen estas situaciones. Cuando uno se mete en un problema, sacan un "shiny object" para salirse del spot light y cambiar el foco de atención.
    Si fuesen asi de eficientes y perseverantes en lo que se supone que si hagan de trabajo... hmm...Wishful thinking I guess.

    ReplyDelete